Yamaha R-V1105 User Manual Page 12

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La Plata, domingo 17 de mayo de 2009
12
Son las 20 del martes 12 de mayo
y un pequeño grupo de vecinos se
encuentra reunido en una coqueta
vivienda de clase media, como las
que abundan en Villa Elisa. En sus
gestos y expresiones se percibe el
descontento y se palpa la impoten-
cia: “No terminamos de asimilar lo
que ha ocurrido”, dicen y comen-
tan que entre ellos predomina el te-
mor. A tal punto que piden que sus
nombres no sean publicados.
Hay niños, pero los adultos ahí
reunidos son tan sólo tres: uno es el
hombre al que le fracturaron la ma-
no, otra es la mamá del bebé al que
un puñetazo le rozó la espalda, y la
tercera es la vecina -miembro de la
asamblea en defensa de esa locali-
dad platense- que simplemente les
dijo: “Esto no puede permanecer
impune, hay que contarlo cuantas
veces sea necesario”.
Los tres formaron parte del grupo
que -tal como lo informó oportuna-
mente Hoy- fue a reclamar el cierre
de la bajada de la autopista La
Plata-Buenos Aires y terminó sien-
do el blanco de los golpes y empu-
jones de “una patota de matones” a
la que ellos y los dirigentes de la
Coalición Cívica -como el concejal
Oscar Negrelli- vincularon con la
intendencia de Pablo Bruera.
La agresión ocurrió el sábado 9
durante los festejos por el aniversa-
rio del pueblo y ante la presencia del
jefe comunal que estaba en el palco.
El detonante fue la puesta en escena
de carteles y chalecos con los que la
asamblea exteriorizó su reclamo.
El episodio, que obviamente me-
rece una investigación tan seria co-
mo profunda, reconoce un par de
antecedentes cercanos: en marzo
último, una patota apretó a los veci-
nos que participaban de un corte de
calle en la misma localidad; mien-
tras que unos meses antes, el pre-
sidente de la Fundación Biosfera,
Horacio Beláustegui, había de-
nunciado la agresión de un “grupo
de matones” durante un acto que
tuvo lugar en Los Hornos (y al que
había ido a protestar). En todos los
casos, algunos de los agresores fue-
ron fotografiados por los vecinos.
Esa política de la mano larga
-para silenciar a quien piensa
distinto- contrasta fuertemen-
te con lo que el propio munici-
pio presenta como “un modo de
gobernar”. Esto es lo que dicen los
folletos que la administración
Bruera dejó durante las últimas jor-
nadas en infinidad de hogares pla-
tenses: “... sólo es posible construir y
mejorar la ciudad sumando el esfuer-
zo de todos quienes la habitan. Para
ello el gobierno debe escuchar la ex-
presión de todas las necesidades y,
por otro lado, cada ciudadano debe
asumir su responsabilidad y formu-
lar sus opiniones...
En Villa Elisa opinaron contra la
bajada que habilitó el propio Brue-
ra y así les fue.
Las víctimas
El vecino tiene 47 años y muestra
el yeso que le colocaron en el Hos-
pital Rossi. ¿Cómo se fracturó la
mano izquierda? Cuenta que ya se
había alejado del acto cuando él y
otro hombre fueron interceptados
por tres “matones” que bajaron de
un corsa y, sin mediar palabra, les
empezaron a pegar. Intentaron huir,
pero fueron alcanzados.
“Delgados, de unos 30 años y de
1,70 metro de estatura...”, dijo al
describir a quienes los golpearon.
Son los mismos que antes de
partir les advirtieron: “Déjen-
se de romper las...”. Hay
más: le robaron los lentes y
la campera.
Además del susto y el
dolor, la lesión hizo que se
le complicara el panorama
laboral. El hombre realiza
trabajos de informática de
manera particular y ne-
cesita ambas manos
para sostener su eco-
nomía doméstica.
Mientras el vecino repa-
saba todo aquello
en una charla con
Hoy, el bebé de
nueve meses juga-
ba sin mayores
preocupaciones
ante la atenta mira-
da de su mamá que todavía seguía
asustada: “Mire”, dijo mientras le le-
vantaba la ropa para mostrar el mo-
retón que le había quedado en la es-
palda. “El sábado mismo lo llevé al
Hospital de Niños y lo dejaron en
observación hasta el lunes”.
Desde entonces, la joven vive con
miedo y no se anima a dejarlo ni un
segundo solo. Su vecino -el de la
fractura- sufre una situación
similar: “Fui a Buenos Aires en tren
y todas las caras me parecían sospe-
chosas”, dijo.
Lo mismo ocurre con otros,
miembros o no de la asamblea, que
estuvieron en aquel acto y ahora
sufren una suerte de paranoia;
creen que cada automovilista que
circula a escasa velocidad lo hace
para observarlos.
Los vecinos están convencidos de
que sus agresores son militantes
del oficialismo o personas que de
algún u otro modo responden a la
gestión municipal. La acusación es
grave, pero nadie se ha comunica-
do con ellos para tratar de esclare-
cer el asunto.
Lo que harán de ahora en más es
evaluar la forma en que seguirán
adelante con su reclamo y observar
los pasos de la causa judicial que se
abrió por aquel incidente.
Mientras tanto, no tendrán más
remedio que sobrellevar el miedo
en esa pintoresca localidad que, al
menos para ellos, perdió esa
maravillosa atmósfera de paz y
tranquilidad que la caracterizó
durante décadas.
Lo aseguran el hombre al que le fracturaron una mano y la mamá del bebé que terminó internado tras el escándalo que se desató durante
el acto aniversario. Ese día los vecinos protestaron y fueron reprimidos por una patota a la que asociaron con la gestión municipal
Perdura el miedo en Villa Elisa
A
UNA SEMANA DE LAS AGRESIONES
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